25 de enero de 2007

El papel psicólogo frente a la sociedad

Sólo un breve consejo
Comprender, orientar y liberar

Federico Chilián Orduña

Los psicólogos mexicanos de formación científica frente a los problemas que afectan a la sociedad tienen una importante responsabilidad: contribuir con sus conocimientos a que los integrantes de dicha sociedad comprendan cada vez mejor las causas que determinan su propio comportamiento, se conozcan bien a sí mismos, entiendan a sus semejantes y se integren a la comunidad con la voluntad de ser capaces de superar sus carencias y limitaciones, generar un desarrollo compartido y lograr el estado de bienestar que responda a sus aspiraciones.
La labor responsable, consciente, de los psicólogos en este país, pasa necesariamente por la desmitificación de los criterios que interpretan de una manera errónea, anticientífica, y con frecuencia perjudicial, con fines puramente lucrativos, las causas que determinan el comportamiento de las personas, y la forma en que este puede y debe ser orientado. Me refiero a todas esas prácticas supuestamente lícitas y legalizadas en las que se adivina el futuro de la gente, se resuelven los conflictos emocionales, económicos, sentimentales y de toda índole, y se provoca el éxito, la abundancia y la felicidad, sobre la base de visiones, vivencias y poderes sobrenaturales, que supuestamente experimentan los vendedores de estos servicios y que desde luego no pueden demostrar objetiva y racionalmente.
Los psíquicos, astrólogos, lectores de cartas, de café, de cigarro, etc., tienen derecho a creer en lo que quieran como cualquier otra persona, en cualquier religión. A nadie se le puede coartar la libertad de creencias, felizmente está consagrada en la Constitución (Artículo 24), pero cuando sus prácticas “profesionales” se traducen en un comercio en el que se pone en juego la salud física y mental de las personas, los profesionales de la salud, y entre ellos los psicólogos, juegan un papel fundamental, porque tienen la obligación inalienable y el compromiso con la sociedad que los formó de esclarecer debidamente las determinantes de la conducta humana, los factores que la ponen en juego y el sentido que tiene la propia vida individual y colectiva. Los procedimientos que los psicólogos empleen para conseguir este cometido pueden adoptar múltiples modalidades, según el contexto en el que se desenvuelvan.
Los psicólogos, profesionales de la conducta, estudiosos del “alma”, (que eso es lo que significa “psique”), conocedores de las leyes que rigen el aprendizaje, el desarrollo de la inteligencia y de la voluntad, la adquisición de conocimientos, de destrezas, de motivaciones y actitudes, deben contribuir necesariamente a lo que pudiéramos llamar el desapendejamiento de la gente, esto es, a promover la erradicación de las supersticiones, de los miedos infundados, de los prejuicios de raza, clase, filiación, etc.
Una sociedad sana psicológicamente no puede ser objeto de manipulación, explotación y embrutecimiento para beneficio de unos cuantos.
En suma, los psicólogos tienen la obligación de contribuir a la elevación del pensamiento y al ejercicio de la razón. Sólo así estarían cumpliendo con devolver a la sociedad la inversión que arriesgó para su formación científica y profesional.